En rebajas las tiendas cuelgan carteles de colores llamativos con los mejores descuentos. Es un momento muy esperado para muchas personas que aprovechan para hacerse con alguna ganga o adquirir las marcas más cotizadas. Pero también puede ser un momento de debilidad para los compradores compulsivos. Son personas que compran por el mero hecho de sentirse bien.
Cuando nos vamos de compras nuestras hormonas del placer suben y bajan. Se tratan de las llamadas dopaminas y serotoninas, que son las encargadas de mandarnos señales para decirnos «nos gusta» un pantalón, un vestido… y nos crean la necesidad de tener esos objetos. E incluso cuando estamos inmersos en la compra, nos aportan un extra de felicidad.
El cerebro quiere recompensas. Nuestro cerebro también actúa dándonos la sensación de merecernos una recompensa. Si alguna vez hemos pensado eso de «lo compro, que me lo merezco», debemos saber que esto tiene la explicación en nuestras hormonas. El razonamiento de que nos merecemos un producto u objeto viene directo de la hormona de serotonina.
El cerebro demanda aprendizaje. Cuando compramos algo, inconscientemente estamos esperando que ese producto tenga relevancia en nuestra vida, y espera que nos aporte algo que no teníamos antes de adquirirlo.
Nuestra mente rechaza el dolor. En el momento en el que compramos, el cerebro produce un porcentaje alto de endorfinas. Cuando compramos buscamos solucionar un problema o llenar un vacío, tanto si es emocional, como enteramente material.
Nuestra mente busca nuevas experiencias. Al comprar, nuestro cerebro libera serotonina, que es el neurotransmisor que regula el estado de ánimo de las personas. Si compramos algo que es nuevo, también representará una nueva oportunidad y una nueva vivencia.
Hay que tener cuidado con las sensaciones positivas que se producen en el cerebro durante las compras. Por lo tanto, a la hora de tomar decisiones en nuestras compras, es importante hacer la distinción entre «querer» y «necesitar».